En el mundo de la docencia existen normas o directrices que son
impuestas por organismos como el MCERL, el gobierno autonómico o de estado o el
Ministerio de Educación y que pueden generar en ocasiones algunos problemas que
dificulten el proceso de enseñanza-aprendizaje. Por ejemplo, es común que la
edad y madurez del alumnado, afectada por los cambios físicos y cognitivos que este
está atravesando, suponga un problema en la relación del alumnado con el
profesorado. Además, esto se puede ver agravado por la situación familiar y los
desequilibrios económicos y sociales por los que se puedan ver afectados los
alumnos. También influyen en el desarrollo de la docencia factores como los problemas
de salud o las discapacidades, ya que esto puede provocar desmotivación o
problemas de integración social. Además, todo esto se suma la presión por
conseguir resultados externos contrastables en un contexto competitivo, las
condiciones del mercado laboral que demandan que el conocimiento de la lengua
extranjera sea práctico y eficaz o la presión de otros bloques lingüísticos en
el contexto del mundo global. Todo esto teniendo en cuenta el fomento por el
uso de las TIC y la creciente importancia del uso de métodos informales y
transversales para el aprendizaje de lenguas.
Si tenemos en cuenta informes como el del Instituto Nacional de
Estadística (INE, 2016) que sitúa la tasa de riesgo de pobreza o exclusión
social en un 27,9%, podemos afirmar que los desequilibrios económicos o
sociales que afectan al alumnado constituyen un problema real y de gran
importancia. Además, este tipo de problemas suelen conllevar que el alumno
experimente fracaso escolar, situación que ha empeorado entre los años 2008 y
2015 principalmente debido a la crisis económica tal y como afirman medios como
El País (2016). La situación de estos alumnos influirá sin duda alguna en otros
aspectos relevantes para el proceso de enseñanza-aprendizaje como puede ser la
motivación.
Este aspecto constituye una de las bases para que este proceso se
desarrolle de forma satisfactoria y sin embargo, el alumnado que se encuentra
en una situación de riesgo de pobreza o exclusión social tiene otro tipo de
preocupaciones más inmediatas en lo relativo al hogar o la familia. Por tanto,
la motivación por aprender una lengua extranjera o por utilizar recursos TIC a
los que probablemente no tengan acceso fuera del recinto escolar se ve coartada
por la situación socioeconómica en la que se encuentra su familia. Este es sin
duda uno de los motivos que conllevan el alto fracaso escolar del alumnado en
esta situación. Por lo tanto, el docente deberá enfrentarse a un alumnado en
una edad difícil, desmotivado y con una situación que en vez de ayudar pone aún
más piedras en el camino.
En consecuencia, es evidente que algún tipo de variación o de medidas
deben implantarse para tratar de solventar este tipo de problemas. Es por esto
que investigadores como Amores, Luengo y Ritacco (2012) llevaron a cabo un
estudio en el que analizaron tres centros educativos situados en contextos en
riesgo de exclusión social en la Comunidad Autónoma de Andalucía. Este estudio
destacó como parte de los resultados de la investigación la categoría de
necesidades y cambios que se deben promover para la optimización del desarrollo
educativo del alumnado en riesgo de exclusión social. Los principales
integrantes de esta categoría fueron: mejorar la organización del centro
educativo, la relación con las familias, el acceso a los recursos, la formación
del profesorado y los itinerarios de aprendizaje del alumnado. De igual modo,
este mismo estudio hace hincapié en la importancia de la anticipación en lo
relativo a este tipo de cuestiones. Por tanto, se redunda en la necesidad de
orientar y proveer al alumnado con medidas de atención a la diversidad ante el
menor signo de alarma.
Como conclusión cabe resaltar la magnitud de un problema de este tipo
así como sus repercusiones en la vida del alumnado y en su desarrollo integral
como personas, que es al fin y al cabo el objetivo de la educación. Por consiguiente,
tanto los organismos de gobierno como la comunidad educativa en general
deberían tomar en consideración los problemas derivados de este tipo de
situaciones y ofrecer protocolos de actuación para evitar o prever este tipo de
condiciones. Además, también es destacable el papel del profesorado, que
mediante implicación y medidas de atención a este tipo de necesidades
específicas así como sus dificultades derivadas puede mostrar al alumnado otra
cara de la realidad. Esta les permitirá ver que la escuela supone una vía para
salir de esta situación y no algo obligatorio que tienen que cumplir pero que
no sienten que tenga ningún tipo de vínculo con los problemas reales que tienen
en su día a día.
Referencias:
Amores, F.J.; Luengo, J. Y Ritacco, M. (2012). ‘Educar en contextos de
exclusión social: necesidades y cambios desde la perspectiva del profesorado.
Un estudio de casos en la provincia de Granada.’ Revista Fuentes 12,
pp. 187-206.
El País. (2016). El abandono escolar en alumnos de familias pobres se
dispara con la crisis. Recuperado de:
https://politica.elpais.com/politica/2016/09/22/actualidad/1474547487_655538.html
Instituto Nacional de Estadística (INE). (2016). Riesgo de pobreza o
exclusión social y de sus componentes por comunidades autónomas. Recuperado de:
http://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=10011
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